jueves, 8 de noviembre de 2012

Compañía Perpetua...RENUNCIA A LA SOLEDAD

Quisiera escribir sobre la soledad, para expresar lo que opino de ella en unos diez minutos. Básicamente porque he conocido muchas personas que me hablan de esta sensación. Y porque también la he sentido en varios momentos de mi vida. Haré lo posible por dar una definición correcta, y ver qué tan ventajosa es. 

Primero, el hombre nació para acompañar, y se desarrolla para acompañar mejor y ser acompañado. Son pocos los seres vivos en la sabia naturaleza, sabia por Dios, que al nacer son dejados solos. No, necesitan la compañía y protección de sus progenitores y cercanos. Y el hombre no es una excepción. Tenemos la bendición (y responsabilidad) de razonar, comunicar, decidir y convivir. Una bendición y responsabilidad que solo los seres humanos y Dios poseemos. Y que nos impulsa a usar tales dones con aquellos que lo pueden entender o al menos percibir. En primera instancia nuestros padres e hijos, luego toda nuestra familia, luego nuestros amigos, nuestra pareja, nuestros compañeros, nuestros colegas... Y hay quienes se dan la oportunidad de ejercer la razón, la comunicación y la compañía con Dios mismo, una de las más plenas formas de compañía.

¿Pero, realmente, hay algún momento en el que el ser humano este realmente solo? Sí, me dirán algunos. Pues, como yo también llegué a creer, hay etapas en la vida en la que tus padres se van, y tu pareja se aleja, y tus mejores amigos llegan a darte la espalda, o tú mismo decides tomar un rumbo inesperado y separado de lo que conocías. Y entonces, llega la que los poetas llaman Soledad. O lo que el común llama soledad. Porque te sientes solo, o necesitas estar solo, o quisiste estar solo.

Pero que lo sienta, o que lo necesite, o que lo quiera, no implica que lo esté, joven lector, joven escritor. Porque los poetas se equivocan esta vez, y la Soledad no es una mujer triste sola y acongojada; más aún, la soledad no ES. 

Quien ES, tiene una esencia propia. Yo SOY, dice nuestro Dios. Porque su esencia le permite personificarse, y su personalidad, y características visibles e invisibles lo identifican. Aún la roca ES roca. Porque sus características físicas y químicas lo identifican, y ES una Roca. Y NO ES Dios, sino una Roca. Y Dios NO ES una roca, sino DIOS.

Pero la soledad, no tiene identidad. Quien la siente, o la quiere, o la necesita, le da su identidad. Y así entonces, yo me siento solo cuando nadie me habla. Pero otra persona se siente sola cuando su ser amado no le habla. Y otra persona la siente cuando se va de su ciudad natal. Pero otro la siente cuando regresa. Pero yo, y ellos, dejan de sentirse así un día, y la soledad desaparece. Porque nunca estuvo ahí. No, amigos, nunca estamos solos.

Nuestra vida ha estado y estará llena de momentos que nos harán sentir y crear esa soledad. Pero nunca se materializa, porque no fuimos creados para estarlo. Porque nuestro Dios nos regaló sus emociones, su razón, su capacidad de decidir. Para que nunca nos apartemos de nadie. Para que nunca nos apartemos de Él. Y no olvidemos, amigos, que aún cuando no queramos que nadie nos saque de esa soledad que creamos, Él nos acompaña, porque ese es su deleite. Estar cerca de sus criaturas más valiosas. Las únicas que pueden, si quisieran, hablar y razonar y sentir y expresarse con Él, con las mismas capacidades que Él nos dio.

¿No te das cuenta, humano? ¿Que cuando creas esa soledad, y crees en ella, te conviertes en el insensible que podría percibir a Dios, a su creación, a su amor, y a su compañía, pero que prefieres acompañarte de tus lastimeras excusas? Ayer me sentía solo. Y quise dejar de sentirme así. Y mire a mi izquierda y no había nadie. Menos a mi derecha. Pero miré al cielo. Y sus estrellas me sonrieron. Y sus nubes inquietas me recordaron que quien me dio voz, corazón, y pensamientos, me las dio para que pudiera entender y conocer Su voz, Su corazón y Sus pensamientos. Y entendí, que debía decidir, como decide una madre al dar luz a su hijo, o un hombre al arrodillarse a su enamorada, que no estaría más solo.

Hoy ya no estuve solo. Hoy todo fue como era en el principio. Como siempre ha sido. Es mas, ayer me di cuenta, que Él siempre ha caminado a mi lado. Y decidí dejar de ignorarlo. Y ahora, como su hijo pequeño, lo escucho, y me escucha, y aprendo su idioma, y balbuceo su nombre. Porque que no lo vea, que no lo entienda, o que no lo quiera escuchar, no significa que no ha estado a mi lado. No volveré a crear y creer en una soledad que no necesito, ni debo vivir. Creeré en el hermoso talento de la comunicación, del habla, del sentimiento, que me diste. Y cuando nadie esté, tú estarás. Y yo estaré a tu lado, para acompañarte, y disfrutar tu compañía.

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