jueves, 1 de noviembre de 2012

Mi hermoso Edén...APOLOGÍA A LA TIERRA

Hola, pequeña parcela (Hola, mi hermoso Edén) ¿Puedo Pasar? (¿Aún me recuerdas?) Caminaba por esta zona, y pensé en ver cómo te ha ido (No pude resistirme volver a verte después de tanto tiempo) Yo he estado bien, gracias; mas bien ¡Cuéntame de ti! (No ha sido facil, desde que me fui de aquí, mejor no te lo cuento).

¡Es increíble como has cambiado! Han crecido tus árboles, te ves muy saludable (¡Cuánto me he perdido por irme! Ahora entiendo que el tiempo solo se detiene en la mente del que así lo quiere) ¿Cómo que no lo estas? Mira como has dado frutos, y el grueso de los troncos; hay pájaros, flores, ¡tantos colores! (¿Cómo que no lo estas? Si podría jurar que hay más alegría ahora que cuando yo estuve aquí cuidándote) Oh. Perdón, no los había visto. Lo entiendo, son espinos difíciles de quitar; vivir entre maleza no es muy cómodo. (Realmente sí los había visto. Y no, no lo entiendo ¿Acaso nadie te ha cuidado desde que me fui? Me siento culpable).


No, gracias. Tranquila, acabo de comer, en serio gracias (No tengo cara para comerme un fruto que renuncié a plantar y cuidar) ¿Es la última? ¿Que ha pasado con las demás? ¿También ellos desaparecieron? ¡No puedo creerlo, es imposible! ¡Se supone que estarían bien! (Maldito el día en que te dejé a la merced de los que nunca te amaron, mi dulce Edén. ¿En qué momento me convertí en esto? ¿En qué momento te dejé de amar también?) No, no llores, por favor (¿Cómo me atrevo a pedirle eso?) ¿Y como pasó? ¿Es por eso que no has quitado tu maleza, pequeña parcela? Déjame ver, por favor. Eso es... ¡No, déjame ver! (No debí venir aqui... O tal vez si. A ver hasta donde ha llegado mi indiferencia y crueldad)

Mi tierra, lo siento. Lo siento mucho. ¿Eso lo hice yo, verdad? (Si, lo hice yo. Cada herida, cada hueco, cada pérdida) No se que decir...

Realmente sí se que decir. Empezaré por decirte lo menos útil en este momento: Lo siento. Pero es verdad. Ahora lo siento. Ahora se por qué sufro de asma, por qué mis dolores de cabeza, por qué las enfermedades, las dolencias, las muertes. Ahora en serio siento emocionalmente lo que siempre he sentido físicamente. Mi Edén, definitivamente era de esperarse que un día te volviera a ver, toda maltrecha pero erguida, para entender que no has dejado de ser, a pesar que yo si deje de hacer. Y en serio siento todo el peso de las consecuencias de mis decisiones. Lo siento en la conciencia, en el cuerpo, y en la dolorosa emoción de verte sin realmente mirarte. Ahora te miro. Te observo. Tal como siempre me has observado a mí a pesar de mi indiferencia. 

Una indiferencia que el mismo Creador que nos hizo a tí y a mi hoy permitió que se cortara. Hoy decidí ver a través de la ventana, la misma ventana que salió de tus entrañas, para verte a tí a los ojos. Y quise tomarte una foto, porque mi limitada razón creyó que una imagen de esas, de tus imponentes montañas, tu infinito cielo, tus miles de danzantes árboles con sus inquietas hojas, no se repetiría de nuevo. Como si no tuviera la oportunidad de cortar mi indiferencia y ver mejores imágenes tuyas todos los días, cada vez que abro los ojos y veo lo que me rodea. Porque el inmaduro ser humano que soy se jacta de que creó la cama en la que duermo, el agua que me limpia, la ropa que me abriga, y la comida que me alimenta. Si, mi hermoso Edén. Este, tu señor, dejo de verse como tu señor, y empezó a verte como su esclavo, cuando realmente eras el provisión de su trabajo, y la alegría de su propósito.

Recuerdo el día en que daba gracias a nuestro Dios por ponerme a cargo tuyo. Eras mi bendición y mi trabajo. Te hizo perfecta, para que fueras su orgullo. Y te entregó en mis manos, para que fueras cada vez más y mas hermosa. Te dio todo para hacerme feliz, saludable, capaz, agradecido. Y me dio todo para hacerte hermosa, grande, útil, valiosa. Tanto fue su amor, que me dio incluso la posibilidad de decidir cumplir mi propósito contigo. Con ese don, no te cuidaría por designio, sino por compromiso, porque habría decidido cuidarte y hacerte grande y digna de tu Creador y de su creación. Pero no decidí así. Decidí olvidarte, menospreciar todo lo que encontraba en ti, mi bello huerto, para ir a buscar nada, fuera de tus lindes.

A ti no te dieron esa capacidad de decidir, hermosa tierra. Tu amas, y entregas, suples, creces, y mueres, y vuelves a nacer, porque para eso existes. Porque no tienes un compromiso, sino una función. Y la cumples a la perfección. Tu no necesitas mis gracias, ni mi respeto. Sólo necesitas una cosa: Mi cuidado. Porque la misma ley nos rige a ambos: Lo que siembres, eso recogerás. Y siempre has cosechado, dulce Edén, de lo que he sembrado. ¡No es tu culpa que estés sumergida en maleza, escasez, extinción y dolor, porque no puedes decidir nada! Es mi culpa. Porque en cada semilla que ponía en tu interior, incluía mi ambición, mi codicia, mi cansancio, mi ingratitud hacia ti y hacia quien nos dio esa armonía perfecta que rompí.

Gracias por recibirme en tu morada, noble tierra. Por sonreirme aunque yo no lo haga. Pero hoy lo hago. Porque decido volver. Y tu abres tus brazos instintivamente, lista a brindarme lo que yo siembre en ti. Y ya no sembraré codicia, ni dolor. No sembraré la ambición de mi éxito, sino la esperanza de nuestra armonía. Y me corresponderás, como siempre lo has hecho. Y entonces entenderé las sabias palabras del Omnisciente, que sabía que llegaría este día: Con el sudor de mi rostro, comeré el pan.

No seré famoso, con el sudor de mi frente. No seré millonario, con el sudor de mi frente. No ganaré guerras, con el sudor de mi frente. Ni me seguirán masas, con el sudor de mi frente. El sudor de mi frente será lo que te daré, Tierra mía, en compensación por el pan que me das.  Y tu, obediente a tus leyes y mandatos, me proveerás, me sorprenderás, y darás testimonio que cuando el Creador promete, siempre cumple.

Un día, mi querida Tierra, morirás. Y a tu lado, moriré. Y mi cuerpo volverá a ti, porque de ti salió. Pero mi alma siempre sabrá, que hoy tuve la oportunidad de volver a cumplir con mi propósito. Y que fuiste hermosa, grande, útil, valiosa. Y que fui feliz, saludable, capaz, y agradecido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario