martes, 20 de noviembre de 2012

El verdadero error...DEFINICIÓN DE PECADO

Hablemos de perfección un rato; como cualquier otro término de uso común, aparece en un diccionario, con una definición concreta, coherente y objetiva. Pero como cualquier término ideal, todos y cada uno somos libres de darle el significado que queramos. Y muy probablemente lo que para mi es perfecto, para nadie más lo es. Y lo que para ti es perfecto, no lo sea para mi.  Y lo que para "Alma Grande" Ghandi es perfecto, no lo es para "El Führer" Hitler. Sería fácil decir que algo perfecto es que "posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto". Pero que Jesús es un perfecto caballero, o que yo soy un perfecto imbécil, sigue siendo demasiado relativo. Hay que ver quien tiene la razón entre los 7 mil millones de seres pensantes que se extienden por este planeta.

Y aparece entonces otro concepto igual de intangible, la verdad. ¿o La Verdad? porque para algunos es dolorosa, para otros es un principio de vida, y para otros -como yo- es Alguien que nos hace libres. Y ésta vez, no nos salva el diccionario, pues habría que escoger entre las 7 diferentes definiciones que nos brinda, y su multiplicidad de aplicaciones y posibilidades. El adagio popular dice que la verdad es relativa. Pero siendo sinceros, no... el hombre es relativo. Y cuando quiere llegar a conocer y defender lo que ha aprendido que es la verdad, genera una revolución pacífica, o establece una dictadura totalitaria, o escribe un texto reflexivo y lo publica, o se hace seguir por miles de millones para que le crean.

Porque definitivamente, la experiencia la dan los años y los actos de cada uno. Y la sabiduría la da la prudencia con la que se usa la experiencia, y la prudencia aparece con la educación del ser humano. Y él mismo se brinda su educación. Pero ni la experiencia, ni la sabiduría, ni la prudencia, ni la educación, garantizan que el hombre llegue a la verdad. Porque básicamente, la verdad - o La Verdad- es la que se muestra al hombre, lo aborda, y lo convence de seguirla.

Y así entonces, no es la verdad la relativa, sino el hombre. Y la verdad, al ser absoluta, es perfecta... y el hombre, relativo, cambiante, inconstante, jamás entenderá lo que es verdad, y lo que es perfección.

Y entonces, ¿Acaso estoy queriendo decir que el hombre no es digno ni capaz de acceder a la plenitud de todo? No, no lo es. No somos merecedores de ese privilegio. Solo lo perfecto puede convivir con lo perfecto. De lo contrario, dejaría de serlo. Y solo la verdad puede convivir con la verdad. De lo contrario, no sería absoluta.

Entonces aparece la penúltima definición de este día. El pecado. Que es un término poco pagano, pero que tiene su sinónimo popular: El error. Un concepto que aclara todo, irónicamente: ¿Como pretende el ser humano, el único capaz de pensar, que ha pensado erróneamente tantas veces, alcanzar por sí mismo la perfección y la verdad absoluta? Porque pareciera que estamos destinados a errar, y disentir el uno del otro, y aunque 2 se pongan de acuerdos, llegará siempre un tercero a contraponerse. ¿Qué es tan difícil, que evita que nos pongamos de acuerdo en cosas tan necesarias de saber como la verdad, la perfección, la sabiduría? Sencillo. Que tampoco nos ponemos de acuerdo en conceptos tan disidentes como la maldad, la violencia, el dolor, el sufrimiento. Somos humanos, somos imperfectos. Nacemos, crecemos, y hacemos nacer y morir a nuestro parecer, desde nuestra imperfección, con nuestros errores.

Confronta mucho ver esas series en las que los mismos seres humanos imaginan su Tierra sin ellos. Porque muestran cómo la naturaleza se encarga de limpiar nuestros errores, y crecer verde, diversa, frondosa e impasible sobre lo que con esfuerzos vanos creemos construir a crédito personal. Porque ese es el ultimo concepto: La muerte. La separación de lo correcto, la desaparición de lo existente. La sabia naturaleza es sabia, lo Es, porque así fue creada, y nunca razonará en contra de lo que es. Como sí lo ha hecho el hombre, que prefirió enfrentar sus pensamientos con su prójimo, a buscar en su creador, y en su creación, la verdad. Que crece impasible, frondosa, fructífera, sobre nuestros efímeros fundamentos y argumentaciones pasajeras. Por eso la naturaleza, es natural, y crece, y sigue creciendo, y aunque la muerte la toque, la vida se multiplica en ella. Pero el hombre no avanza. Avanzan sus ciencias, y sus descubrimientos. Pero no el hombre. El hombre desaparece, muere, se pierde en milenios de errores cometidos, y tapados con otros errores.

Pero no, no es el fin... para el hombre lo es. Pero no para la verdad. No para La Verdad. La Verdad es eterna, y da vida a quien quiere darla. Y quiere dársela al que se arriesga a dejar de creer en su verdad, para  confiar en La Verdad. Y sólo el que deja de buscar, y se deja guiar, logrará entender. Logrará entenderse. Vivirá, y en abundancia.

No me creas a mi... no le creas a esto... créele a La Verdad. Pregúntale con confianza. En este momento, esta atento a lo que digas. Ahora...

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